Dentro del fenómeno del Big Data y el Internet de las cosas (IoT), está adquiriendo identidad propia el concepto de Industria 4.0, con el que se quiere hacer referencia a incorporación a los procesos de producción industrial de herramientas basadas en el análisis masivo de datos y la inteligencia artificial, y en la interconexión entre las distintas unidades de esos procesos con el fin de facilitar su progresiva automatización.
Así, por ejemplo, la tecnología asociada con el IoT puede permitir a una empresa de moda implementar un sistema mediante el cual cuando se acaban las existencias de un determinado producto se envíe automáticamente un avisa a la central logística para enviar repuestos de ese producto en el próximo transporte. Esta tecnología puede igualmente avisar a la fábrica correspondiente de la necesidad de fabricar más unidades de ese producto. Todo este intercambio de datos se puede realizar en tiempo real, sin necesidad de una persona que lo deba gestionar, y sin que resulte relevante la localización geográfica de cada uno de los establecimientos de la empresa. A ello se le puede unir que tanto la fabricación, por un lado; cuanto el embalaje y carga en el medio de transporte, por otro, puede hasta cierto punto ser realizado por robots
Las herramientas asociadas con Industria 4.0 están basadas en la recolección, tratamiento y análisis de grandes cantidades de datos. Cuantos más datos acumula una empresa, en mejores condiciones está de competir en el mercado puesto que puede llevar a cabo una mejor optimización de sus procesos productivos, y se abren posibilidades de desarrollar productos y servicios innovadores basados en el análisis de esos datos. Por estas razones, la posesión o el acceso a grandes cantidades de datos se convierte en una necesidad en el marco de la Industria 4.0. Es lo que, algunos han llamado, the new lifeblood of capitalism.
Cuando esos datos son generados, procesados y analizados a partir de tecnología (en forma de sensores, dispositivos o aplicaciones informáticas) perteneciente a la propia empresa, sus dirigentes deben plantearse dos cuestiones referidas a la gestión de este nuevo activo intangible: cómo garantizar su protección; cómo sacarle el máximo provecho a partir de su explotación comercial. Al respecto debe tenerse en cuenta que mientras la tecnología resulta susceptible de protección mediante patentes, modelos de utilidad o, en el caso del software, derechos de autor; la protección de los datos mediante las categorías tradicionales de propiedad industrial e intelectual resulta más compleja. Como ya hemos tenido ocasión de analizar en un post anterior, la protección como secreto comercial resulta ser el régimen más adecuado, lo que exige tomar las medidas jurídicas y tecnológicas necesarias para garantizar la confidencialidad de la información. Esto implica, igualmente, que la concesión a terceros de acceso a esos datos debe ser objeto de una cuidada regulación mediante contrato por lo que respecta, entre otros aspectos, a la preservación de la confidencialidad de los datos y la delimitación del uso que se puede realizar de los mismos.
La gestión de los datos se vuelve más compleja, si cabe, en aquellos supuestos en los que la empresa recurre a tecnología externa para la recolección, procesamiento y análisis de esos datos. En estos supuestos, los cuales serán los más usuales, la adecuada negociación de los contratos de explotación de esa tecnología es imprescindible para garantizar que la empresa retenga la propiedad o el acceso a esos datos. Esto implica dos cosas. Por un lado, la necesidad de negociar en el contrato que la titularidad de los datos que se generen pertenece a la empresa. Esta circunstancia no debe darse por supuesto: al contrario de lo que ocurre con los bienes intangibles protegidos por las categorías tradicionales de propiedad intelectual, en ausencia de regulación en el contrato no existe ningún régimen por defecto que determine a quien pertenece la titularidad de esos datos. Por otro, que los datos que se generen van a quedar bajo el control fáctico de la empresa, es decir, que van a almacenarse en su nube o, como mínimo, en una nube a la que va tener permanente acceso durante el contrato y tras su expiración.
Volviendo al ejemplo anterior, imaginemos que la empresa de moda contrata los servicios de un proveedor externo para crear el sistema inteligente que va a interconectar todas las unidades de la empresa. Si los datos quedan bajo la titularidad de ese proveedor, éste va a disponer de datos muy interesantes que podrá utilizar para prestar servicios a otras empresas del sector relativos, por ejemplo, a la ropa que más gusta en determinados lugares del mundo, las tallas que se utilizan, los tiempos de producción y de transporte de cada uno de los productos, etc... Que la empresa no se asegure la titularidad de esos datos puede implicar que sean utilizados por otras empresas del sector, circunstancia que afectaría a su posición en el mercado.
Lógicamente, partiendo de esta posición de partida caben otros escenarios imaginables. Sin duda el más recomendable en esta fase inicial de la Industria 4.0 es el de la búsqueda de alianzas, ya sea a través de acuerdos de colaboración, o de creación de start-ups (en forma, por ejemplo, de joint ventures) para la explotación conjunta de los datos con la finalidad de desarrollar nuevos productos o servicios de IoT que pueden interesar a otras empresas del sector. Esto nos lleva, de nuevo, a la necesidad de extremar la vigilancia a la hora de negociar los términos de esos contratos de colaboración en lo que respecta a la titularidad y explotación de los datos.
Desgraciadamente, será habitual que, la tecnología que la empresa desea incorporar a sus procesos de producción pertenezca a proveedores diferentes, escenario que puede resultar obligado si la empresa desea tener acceso a la mejor solución posible para cada problema específico. Así, en nuestro ejemplo, puede ocurrir que la tecnología que permite la interconexión entre las tiendas con la base logística la proporcione un proveedor, y la que permite interconectar con el sistema inteligente que gobierna los robots que trabajan en la fábrica otro. En tal caso, la empresa deberá negociar varios contratos o uno que incluya a todos los proveedores. Para ello, es imprescindible, a nuestro entender, partir de una estrategia uniforme y previamente diseñada que identifique claramente los pasos a seguir y los objetivos de la empresa en este nuevo sector de actividad. El éxito de la empresa en la naciente Industria 4.0 depende en buena parte de ello.