Alvin Toffler, escritor y sociólogo estadounidense popularizó en su libro «Future Shock» (1970) una frase del psicólogo, educador y poeta Herbert Gerjuoy que decía: «los analfabetos del siglo XXI no serán aquellos que no sepan leer y escribir, sino aquellos que no sepan aprender, desaprender y reaprender». Más de cincuenta años después, esta frase se ha revelado como una verdad difícil de refutar teniendo en cuenta la velocidad a la que avanza el desarrollo de la tecnología.
La tasa de alfabetización tradicional en España, es decir, saber leer y escribir, supera el 98%, pero cuando hablamos de alfabetización digital las estadísticas son otras. La alfabetización digital es la «habilidad para localizar, analizar, organizar, entender y evaluar información utilizando tecnología digital», y esta se torna indispensable en un mundo tecnológico en el que la inteligencia artificial ya ha irrumpido sin posibilidad de retorno.
En España, el 95,8% utilizó internet en 2024 (INE) y el 45% utilizó IA generativa principalmente para apoyar su trabajo, sus proyectos personales o sus estudios (Google España). No obstante, según una encuesta realizada por Samsung a nivel europeo en su estudio «Vida inteligente: cómo la IA está mejorando nuestras experiencias diarias» el 85% de los europeos no sabe cómo utilizar la IA en la vida cotidiana.
El legislador es consciente de los riesgos derivados de la IA y por eso ha estructurado sobre los mismos el Reglamento (UE) 2024/1689 del Parlamento Europeo y del Consejo, de 13 de junio de 2024, de inteligencia artificial –el Reglamento de IA–. No obstante, más allá del sistema de usos prohibidos o la regulación de los permitidos, el Reglamento de IA incluye ciertas obligaciones de “alfabetización en materia de IA” (como se ha traducido al español) que son de aplicación desde el pasado 2 de febrero de 2025.
De conformidad con el Reglamento de IA, el Consejo Europeo de Inteligencia Artificial debe apoyar a la Comisión para promover las herramientas de alfabetización en materia de IA, la sensibilización pública y la comprensión de los beneficios, los riesgos, las salvaguardias, los derechos y las obligaciones en relación con el uso de sistemas de IA, para una adecuada protección de los derechos fundamentales, la salud y la seguridad. Con el fin de obtener los mayores beneficios de los sistemas de IA y posibilitar su control democrático, la alfabetización en materia de IA debe «dotar a los proveedores, responsables del despliegue y personas afectadas de los conceptos necesarios para tomar decisiones con conocimiento de causa en relación con los sistemas de IA».
Aunque por el momento no existe un régimen de sanciones aplicable en España al incumplimiento de las obligaciones de alfabetización, estas obligaciones tienen un alcance universal y quedan sujetas a su cumplimiento todos los organismos, instituciones y empresas de la UE que utilicen sistemas de inteligencia artificial[1], incluso en relación con aquellos sistemas de IA que no hayan sido desarrollados dentro de la Unión Europea.
A continuación resumimos cuales serían esas buenas prácticas empresariales para favorecer la alfabetización en IA y asegurar que los responsables del despliegue de sistemas de IA cumplen con la obligación de verificar y comprobar que su personal tiene un nivel suficiente de capacidad, conocimiento y comprensión de las herramientas de IA:
1. Evaluación de necesidades y competencias internas: en primer lugar, las organizaciones deben analizar cuál es el impacto que la IA tiene en su actividad principal ya que «el contexto en el que vayan a utilizarse los sistemas de inteligencia artificial» es determinante. Una vez evaluadas las necesidades, deberá analizarse de forma exhaustiva las habilidades y conocimientos actuales de su personal en relación con la IA con el objetivo de identificar posibles carencias formativas y áreas que requieren fortalecimiento. Al objeto de evaluar los riesgos, la ISO/IEC 23894:2023 (solo disponible en inglés, aquí) proporciona orientación para gestionar los riesgos relacionados con la IA.
2. Programas de formación y desarrollo: es esencial diseñar e implementar programas de formación adaptados a las necesidades específicas de la empresa y al nivel de interacción de los empleados con los sistemas de IA. Estos programas deben abordar desde conceptos básicos hasta aspectos técnicos avanzados, según el caso de que se trate, por ejemplo, en aquellos en los que el contexto previsto de uso de los sistemas de IA pueda afectar a derechos fundamentales (e.g. toma de decisiones médicas basadas en la aplicación de sistema de IA en el diagnóstico).
3. Documentación y cumplimiento normativo: las organizaciones deben mantener registros detallados que evidencien las acciones formativas realizadas y el nivel de competencia alcanzado por su personal en materia de IA.
Sin duda, la alfabetización en IA es un largo camino por recorrer que marcará un cambio social y que se prevé que abarque varias generaciones. No obstante, en vista de que los estudios realizados apuntan al bajo conocimiento práctico sobre el funcionamiento de la IA y sus implicaciones, resulta indispensable comenzar a trabajar en estándares que permitan realmente una toma de decisiones informada en materia de IA.
[1] Dentro del concepto «responsable de despliegue» se incluye toda persona física o jurídica, o autoridad pública, órgano u organismo que utilice un sistema de IA bajo su propia autoridad, salvo cuando su uso se enmarque en una actividad personal de carácter no profesional.